lunes, 2 de diciembre de 2013

Resignación y cambio climático.

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Resignación y cambio climático
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Osver Polo
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para Construyendo
Resignación y cambio climático
28 Noviembre, 2013 - 21:58
CREDITO:
Gabriel Quadri de la Torre
Las célebres cumbres de cambio climático (Conferencias de las Partes o COP) derivan hacia la intrascendencia. Transcurren en la cacofonía de posiciones refractarias y en negociaciones bizantinas sobre procedimientos y mecanismos de financiamiento para países menesterosos (G-77 y adláteres). Esto, frente a la creciente irrelevancia europea; la angustia de numerosos países insulares que verán su territorio sumergirse en las aguas marinas y los buenos modales de otros, que sabiendo su incapacidad de cumplir en casa se asumen como candil callejero de enjundiosa corrección política.

Prevalece la mirada hierática e inconmovible -o evasiva- de los países que realmente importan en el problema (China, Estados Unidos, Indonesia, India, Brasil) y el sabotaje de quienes abonan abierta o discretamente al fracaso, como si hiciera falta (países árabes, Canadá, Rusia). Todo, en el aturdimiento de un enorme happening montado por las ONG de tutti frutti que disfrutan del turismo militante a cuenta de sus patrocinadores o bajo el ala de cooptación de sus gobiernos.

Salvo declaraciones crípticas y algunos dineros reales de poca monta, los resultados de la COP 19 en Varsovia son infinitesimalmente pequeños ante la perspectiva catastrófica del calentamiento global. Promesa vana son las contribuciones voluntarias de cada país a la reducción de emisiones, y un nuevo arreglo para el 2015 que, en su caso, entraría en vigor en el 2020. Demasiado fatuo, demasiado poco, demasiado tarde.

Ya es claro que reducciones de emisiones verificables por país, consensuadas y plasmadas en un gran acuerdo internacional, son un camino intransitable. Máxime, cuando no existen suficientes ciudadanos con apetito para aceptar los cambios en los estilos de vida que implicaría un régimen eficaz de reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero. Los gobernantes lo saben y su negocio es la supervivencia política, no salvar al mundo. Como en los umbrales de la Primera y Segunda Guerra Mundial, la catástrofe se ve venir, pero nadie es capaz de conjurarla.

Nadie está dispuesto a admitir un indispensable impuesto al CO2 que, por ejemplo, en México, duplicara el precio de las gasolinas; a pesar de que sería también una solución taumatúrgica a nuestras tribulaciones fiscales. El gobierno tampoco está dispuesto a una política de deforestación cero, aunque es perfectamente asequible para nuestro país. Ni a promover de verdad las energías renovables con primas por KWH, eliminando los subsidios eléctricos y convirtiéndolos en inversión pública en fuentes renovables (solar fotovoltaica) para hogares de ingresos bajos y medios. No se toma en serio desarrollar la energía nuclear. Sólo tenemos, para efectos de relaciones públicas, una Ley General de Cambio Climático con objetivos “aspiracionales” (vaya palabreja extraída pedantemente del inglés) que exige -eso sí- una abigarrada burocracia, aunque no obligue a nada que valga la pena.

Para el mundo, está agotado el mecanismo multilateral de negociación de compromisos nacionales de reducción de emisiones. A pesar de su impopularidad, la única alternativa es cambiar la lógica y proponer un fuerte impuesto universal al CO2, esto es, esencialmente a los combustibles fósiles, junto con un sistema a gran escala de financiamiento para detener y revertir la deforestación en países tropicales. El objetivo de este último sería pagar el costo de oportunidad de la tierra a los propietarios y crear esquemas confiables de monitoreo y verificación (la deforestación tropical es causante de más de 20% de las emisiones en el planeta). Su monto no sería exacerbado y podría nutrirse del propio impuesto al CO2.

En México, por lo demás, si no hacemos nada serio en mitigación, al menos hagámoslo en adaptación. Es vital un programa de infraestructura hidráulica y de protección costera, así como de reordenamiento territorial de cara a los efectos inevitables del cambio climático.

www.gabrielquadri.blogspot.com

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